Estamos llamados a instituir lo que es válido, lo que es real y lo que no lo es. Estamos llamados a converger creativamente en nuevas asociaciones; a delimitar el campo del bien y del mal y a sostener la tensión que implica sabernos buenos y malos a la vez. Estamos destinados al encuentro con la paradoja, aquella que, si bien es insensata para la consciencia, despierta el acontecer pleno y necesario para el inconsciente. La insensatez de la consciencia produce lucidez para el inconsciente. Es productiva. Como decía Gilles Deleuze, delira. El inconsciente delira su propia realidad y en la medida en que sepamos vincularnos con él sanamente, construyendo diques de expresión creativa, lograremos delirar también la realidad deseada para nuestra vigilia. Sueño y vigilia sabiéndose una. Delirio del inconsciente sabiéndose la paleta del pintor, que narra su propio mito personal, entretejiéndose y nutriéndose del pulso del sustrato más profundo del inconsciente colectivo.