Monstruos Esplendidos
Estamos llamados a instituir lo que es válido, lo que es real y lo que no lo es. Estamos llamados a converger creativamente en nuevas asociaciones; a delimitar el campo del bien y del mal y a sostener la tensión que implica sabernos buenos y malos a la vez. Estamos destinados al encuentro con la paradoja, aquella que, si bien es insensata para la consciencia, despierta el acontecer pleno y necesario para el inconsciente. La insensatez de la consciencia produce lucidez para el inconsciente. Es productiva. Como decía Gilles Deleuze, delira. El inconsciente delira su propia realidad y en la medida en que sepamos vincularnos con él sanamente, construyendo diques de expresión creativa, lograremos delirar también la realidad deseada para nuestra vigilia. Sueño y vigilia sabiéndose una. Delirio del inconsciente sabiéndose la paleta del pintor, que narra su propio mito personal, entretejiéndose y nutriéndose del pulso del sustrato más profundo del inconsciente colectivo.
Este llamado a la institución de lo valido, de lo real y de lo que no lo es, nos habla del poder, porque el poder se instituye en cada acto de presencia de la insensata paradoja. La potencia de la insensata paradoja es el movimiento de los impulsos danzando en nuestro interior, pulsando y creando imágenes. Jung advertía que, en el proceso de individuación, la función simbólica estructurante creativa tenía un rol fundamental: El rol de crear nuevas asociaciones simbólicas, y de re crear imágenes primordiales cada vez más atinadamente, mas bellamente, mas resonantemente. Las imágenes son el acontecer psicológico de los impulsos. Es como pulir una canción, gestando en cada nuevo intento una afinación más sutil y elevada: pero también paradójicamente, en ese proceso espiralado de elevación, aprender a mirar hacia el abismo circundante con toda la entereza necesaria, para sostener el grito de espanto que se abre en nosotros, ante semejante grieta oscura. No existe la construcción del paraíso, sin una mirada observadora replegada hacia el infierno tenebroso.
La construcción de poder queda así vinculada necesariamente, al sostenimiento y escudriñamiento consciente del paraíso y el infierno interior, en tanto movimiento paradojal. El poder es lo valido y lo real de este movimiento, que genera imágenes y un sustrato psíquico relevante.
Vivimos y construimos una cultura que apenas y puede sostener su mirada hacia lo tenebroso. Que ve a sus monstruos una vez que acometen sus actos. ¿Cuán preparados estamos entonces para tomar nuestro propio poder?; ¿ese poder que implica observarnos, como el símbolo del árbol de la vida, con nuestras raíces clavadas en el inframundo y nuestra copa enaltecida en el cielo? Tomar el poder implica la tensión necesaria de delirarnos a nosotros mismos en nuestra manifestación más plena y celestial pero también en nuestra expresión más tenebrosa y en pleno encuentro con nuestra monstruosidad.
Pierre Klossowski dice, en el libro “Nietzsche y el circulo vicioso” – “La grandeza del gran hombre reside en el margen de libertad de su avidez y más aún en el poder todavía mayor con el que sabe poner a su servicio a sus monstruos esplendidos”
La avidez es un término que nos habla del deseo y del hambre. De un deseo y una hambruna que muchas veces se presenta fagocitante y devoradora, pero que también nos permite deglutir pausadamente para asimilar energía vital. Este tema nos conduce inevitablemente al cielo de hoy, a propósito de este momento particular con Luna en Escorpio, (luna ávida si las hay), y a la conjunción partil de Plutón a nuestra Luna natal como ciudadanos argentinos. ¡El tema de la nutrición henchida y de la devoración, es un tema que se presenta entonces inaplazable y acuciante! ¡De la misma forma que el trabajo con la integración de nuestro Animus, energía masculina penetrante y activa, que llena la vasija/vientre de la virgen! Como en el mito de Perséfone, o Core como la llamaban los griegos, en donde la niña vestal e inmaculada se presta como carne de cañón para que Hades, el Dios del inframundo la devore, gestando así el comienzo de un estrepitoso descenso al mundo de abajo, en una inminente e imperiosa necesidad de asimilar los contenidos ocultos de la sombra. Pareciera ser que la avidez de consciencia, se vuelve así, cada más necesaria…
¿Nos llevara este proceso a repetir el rapto y violación de la doncella, o lograremos resignificar y reconducir este tramo de la obra, a su culmine objetivo de transformación, en donde Perséfone se vuelve la Señora del inframundo, tramitando una sabiduría magnánima sobre su reinado, nutrida por Hécate, la triple Diosa de la sapiencia ancestral femenina?
¿De qué estamos ávidos? ¿Qué deseamos? Y lo que me resulta más importante aún, que el reconocimiento lucido de nuestro deseo; ¿Estamos dispuestos a afrontar la responsabilidad y la tensión que emergen al reconocer nuestra avidez y al darle libertad, o solo vamos a gestar dicho reconocimiento `para arrojar la piedra de nuestro deseo al otro, en un gran acto de proyección masiva?
Explorar nuestra avidez en términos individuales y también colectivos, pareciera ser la pauta que propone el cielo de hoy y los momentos actuales por los que estamos atravesando. Klossowski nos habla de la libertad de nuestra avidez. Pero dicha libertad solo puede levantar vuelo en la medida en la que exploramos los monstruos que se ocultan en el abismo de nuestra alma agrietada. Estos monstruos los parimos como sociedad y en nuestros dormitorios por la noche, cuando nadie nos ve, en la intimidad de nuestros relatos personales. La llamada a instituir lo que es válido, lo que es real y lo que no lo es, junto con la gravitación de nuestra avidez más monstruosa también forma parte de una exploración urgente: una urgencia que aparece y emerge en relación a lo que acontece en nuestra sociedad actual.
¿Cuántos de nosotros estamos realmente dispuestos a liberar nuestros monstruos para ponerlos a nuestro servicio, y no perecer entonces en el mundo del revés, en donde estas fuerzas nos someten y nos asesinan?
El desafío es mucho más complejo que dividir al mundo en amos y esclavos, víctimas y victimarios, heridores y heridos. Por supuesto que, (y esta demás decirlo) el pesar de ser víctima de un monstruo no se compensa con ningún trabajo interno previo. Es sórdido y carece de sentido y duele eternamente en un silencio aletargado. Pero los esfuerzos y desafíos posteriores si implican un necesario compromiso.
Empoderarnos implica poner a nuestro servicio a los monstruos que se multiplican como la Hidra de Lerna, cuando Hércules le corta la cabeza, en vez de exponerla a la luz de la consciencia. Empoderarnos es un rito de pasaje; un cruce del que no se vuelve. Como manifestaba Jung cuando hablaba del arquetipo de cruce, es un desafío de tensión sostenida, que implica no romper el sello del alambique alquímico antes de tiempo, para desembocar asi en el lapis de la alquimia y su profunda transformación. Es recostarnos con nuestros monstruos y mirarlos de frente; pasar tiempo con ellos, tal vez días de campo, días de contemplación taurina, de naturalización de sus fuerzas; para tal vez ir reconociendo que no solo son monstruos, sino que son monstruos esplendidos, porque al carearlos nos liberan de ser los sometidos y tragados por sus fauces.
Siento que estamos al pie de ese abismo, de ese cruce. Siento que estamos en un momento bucle, en un nuevo rulo del destino que nos expone una vez más a hacernos las preguntas correctas. Y para que esta orquesta de fuerzas internas se despliegue de manera evolutiva, es necesario volver a tomar como núcleo central al rol e idiosincrasia del inventor; aquel personaje interno de nuestra psique que se sabe novedoso, porque siempre logra leer la realidad del bucle como una nueva posibilidad de generar una existencia alternativa. La idiosincrasia del artista; esa fuerza psíquica innata y potencial que todos llevamos dentro, que comprende que siempre andamos medio a ciegas y en la cornisa, observando nuestras luces y sombras esplendidas, pincelando un nuevo paisaje y sosteniendo su tirante, pero indispensable e indisoluble relación.
Estamos llamados a instituir lo que es válido, lo que es real y lo que no lo es. Nuestros antagonismos son sagrados, porque de ellos siempre deviene la luz del alba en su polo de intensidad y de la oscura noche del alma, en su fase de agotamiento. Eternos retornos que nos empujan a empoderarnos de pie sobre un borde transparente sobre el cual, podemos inventar y delirar un nuevo día, pero también una nueva noche en donde nuestros monstruos esplendidos, estén a nuestro servicio, y al pie de nuestra voluntad de poder.
Lic. Laura Pinery
Astróloga Arquetipal
Miembro ASAPA